Jamie Baldridge nació en 1975 en un pequeño pueblo en el sur profundo de Estados Unidos. Tras pasar una infancia «tediosa» estudió teología y escritura creativa en la Universidad Estatal de Lousiana, tras lo cual obtuvo el título de BFA en fotografía. Actualmente ejerce de profesor de fotografía en el mismo sitio donde estudió, en la Universidad de Lousiana, en Lafayette.
Su obra está repartida por numerosos museos como The Ogden Museum of Southern Art, The Rare Books collections of the Library of Congress, Cornell University, The Sterling and Francine Clark Art Institute, The University of Colorado at Boulder, The Rhode Island Institute of Technology, McNeese University’s Abercrombie Collection además de por colecciones privadas de todo el mundo. Su primer libro The Everywhere Chronicles acaba de ser publicado por 21st Editions. Baldridge actualmente reside en Lafayette donde reparte su tiempo entre el arte, la enseñanza, los viajes y la escritura.
Profesor universitario, escritor, amante de los viajes y artista, Baldridge es un valioso representante de una tendencia surrealista cuyo universo icónico bien podría ponerse en continuidad con los de Magritte, Delvaux o Dalí. A diferencia de éstos, él ha escogido la fotografía como vía de expresión y se mueve con soltura tomándola como un simple punto de partida sobre el que construye sus elaboradas imágenes.
Jamie Baldridge se mueve a caballo de la ilustración y la fotografía para crear imágenes llenas de texturas pictóricas que plasman un universo propio bastante inquietante y cargado de misterio. Sus imágenes son ensoñaciones, más bien pesadillas, que Baldridge envuelve con títulos sugerentes que juegan un papel importante a la hora de situar su iconografía en la mente del espectador.
Diez años después de sus primeros devaneos con el negativo, Baldridge se repite como un eco en los manuales de fotografía y en las revistas especializadas. Quizá en contra de su voluntad. «Nunca he pensado en mí como un fotógrafo, sino como un artista. El término en sí es bastante genérico, más ahora, que todos somos fotógrafos de algún modo». Se dice heredero de Oscar Rejlander, Man Ray, Mona Kuhn, Shirin Neshat, Teun Corvejones, Ferdinando Scianna, Marta Hoepffner, Jeff Wall y otros muchos que utilizaron y utilizan la cámara para reubicar la realidad, y no como un mero tomavistas.
«La fotografía es un medio inabarcable en tanto que se presta a la experimentación sobre aspectos no sólo estéticos, también técnicos, digitales y hasta químicos». En efecto, el proceso creativo de sus fotos resulta bastante complejo. «La idea arranca en un cuaderno de bocetos. Luego pasa al estudio fotográfico, donde entran en juego los modelos y marco la ubicación en el espacio cartesiano. Después, me sirvo de Maya, un programa digital para hacer retoques y crear ambientes u objetos. Finalmente, todo se mezcla y recolorea en PhotoShop». Lo que en tiempo real vienen a ser de cuatro a ocho semanas por instantánea.
Jamie Baldridge
Sólo así se consigue conjugar las alegorías fabulescas de Alicia en el país de las maravillas con la estética steampunk de las películas de Jean Pierre Jeunet. No en vano, el hilo musical de su página web ha tomado prestados varios acordes a Amélie Poulain y los intertítulos orlados de las películas de Chaplin. Baldridge recurre al cine, a la pintura flamenca, a las musas prerrafaelitas, a las primitivas arcadias, a los mundos de Gulliver, Gilgamesh o Abraham y a los parajes que Tolkien olvidó habitar. «Leo empedernidamente. Ya sea ficción, biografía, historia, teoría cuántica, filosofía, religión, crítica. Soy devoto del existencialismo, del surrealismo y del análisis de Jung». De ahí que sus monográficos se debatan a menudo entre el vagabundeo estilístico y una perfecta eclectización, a modo de balance imposible entre mil poleas: metáforas inalcanzables, silogismos que atentan contra el sentido común y un cosquilleo visual muy similar al que producen los fractales de Escher.
Dystopia (distopía): nf. Dícese de la utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. Término antónimo de “utopía” que se usa principalmente para hacer referencia a una sociedad ficticia (frecuentemente emplazada en el futuro cercano) en donde las tendencias sociales se llevan a extremos apocalípticos.
En su última colección, Dystopia, que define como «una reacción a la sociedad capitalista», nuestro ojo no encuentra referentes asequibles ni salidas de emergencia. Hay algo decadente en los personajes, pero también altas dosis de parodia. «Es la perversión, y no otro, el efecto que busco en Dystopia». Y evita cualquier lectura fuera de prospecto. «Pienso Dystopia en términos de vodevil, no de apocalipsis. Nunca he creído en la irremediabilidad del ser humano». Por si acaso, ya está trabajando en otro proyecto y tiene la India y el Lejano Este anotados en rojo en su calendario. Un viaje a los comienzos, advierte. «Se trata de una serie llamada Origin of the Species, un epistolario visual y literario de las parábolas de ficción, de ninguna de las cuales se podrá esperar un final feliz».
“Ellevenses” y “Waiting for Tuesday” son, simplemente, excitantes, un disparador de los países ocultos de nuestra imaginación.
Impresionante, el sabor en las imágenes que produce ese color, es casi táctil. Simplemente maravilloso.